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septiembre 20, 2007

Sobre Identidad Cultural: Lo CHOLO y lo otro



¿Criollos o Cholos? inventando la peruanidad
Aldo Panfichi 

...Los procesos que crean paulatinamente las condiciones de su emergencia son las migraciones campesinas que desbordan la ciudad y el estado criollo durante los años sesenta y setenta. Tambien la revaloración de lo indígena alentada por las reformas del general Velasco Alvarado, pero sobre todo la experiencia de crisis general y guerra interna vividas en los años ochenta e inicios de los noventa. La identidad chola como un nuevo intento histórico de crear vínculos, prácticas e identificadores comunes entre los heterogéneos grupos de peruanos, solo fue posible luego de que estos procesos exacerbaran la necesidad de sentirse parte del colectivo nacional.

En este proceso convergen la revaloración de nuestra memoria histórica de nuestro glorioso pasado incaico, producto de la expansión de la educación pública, con la sensación de perdida de viabilidad como país que produce la guerra interna terrorista y fraticida donde nadie gana y todos pierden. Guerra que incluso hizo que los países vecinos empezaran a trabajar con la hipótesis geopolítica de un posible colapso del Estado peruano y la libanización de nuestro territorio. No hay que olvidar, además, que en esta guerra Sendero se proponía como una vía de realización colectiva para muchos individuos excluidos del funcionamiento del sistema, promesa de trascendencia que hoy no existe.

La identidad chola que reclama para sí el pasado andino con la exacerbación al progreso individual mediante la laboriosidad y la informalidad se propone como síntesis y superación de este período conflictivo. Una respuesta desde los sectores urbano populares o nuevos limeños a la búsqueda de la peruanidad. No hay que confundir: no se trata de una identidad de migrantes recién llegados, de paisanos que tenían que luchar contra los estigmas negativos para hacerse de un lugar en la ciudad. No son las masas quechuablantes que siguen a las princesitas o jilgueritos en los coliseos o clubes provinciales. Por el contrario, son los hijos y nietos de migrantes, los denominados nuevos limeños que recorren las polvorientas calles de la ciudad, luchando algunos por la sobrevivencia y encontrando vías, no siempre santas, de movilidad y progreso individual y familiar.

La identidad chola es urbana mestiza e individual pero al mismo tiempo híbrida al entretejer elementos y símbolos provenientes de distintas matrices etno-culturales. La diferencia con la cultura criolla es que la choledad tiene como columna vertebral a lo andino y serrano en una especie de tropicalización de los Andes pero en Lima, con la Tecnocumbia tanto en los conos como en Larcomar y con sensuales meneítos y plumas en la cabeza que desconocen nuestros compatriotas de sierra y selva.

Lo cholo no se propone como una cultura de participación firmemente organizada en un corpus de prácticas y símbolos excluyentes. Es una cultura más inclusiva que la criolla porque si bien ambas son urbanas, mestizas y apuestan por la moderniad de Occidente, la cultura chola es al mismo tiempo serrana, costeña e incluso selvática. por tanto expresa una identidad más ambigua y vaga en sus contenidos de manera que crea múltiples posibilidades de sentirnos peruanos.

Mirando el siglo XXI la pregunta es si este nuevo intento tendrá exito en crear un nosotros lo suficientemente inclusivo para que quepamos todos. Para ello deberá seguir transformándose hasta vencer los naturales recelos que nos separan o debemos estar listos a ser testigos de nuevos intentos que den consistencia ciudadana a nuestra rica e invalorable diversidad.


Identidad Nacional e Identidades Múltiples
Patricia Correa Arangoitia 

La búsqueda de una identidad nacional peruana ha sido la gran aspiración que políticos, caudillos e intelectuales han buscado para el país, desde la propuesta criolla hasta el indigenismo más extremo. ¿Qué somos?, ¿cómo somos?, ¿qué nos identifica como peruanos? Esta búsqueda, en pleno siglo XXI, continúa sin resultados que satisfagan las expectativas latentes de identidad nacional, pese a que contamos con mayores elementos de juicio que contribuyen a comprender y perfilar mejor nuestra identidad.En el Perú existe una tendencia a marcar y subrayar las diferencias culturales y raciales, en contraposición al hecho que posibilitó la construcción de nuestra historia nacional mestiza y para el que, desde el enfoque cultural e identitario, resulta difícil encontrar un “término” que involucre y explique ese mestizaje.Sobre la primera tendencia, es preciso señalar que está fundamentada en verdades de perogrullo. Así, el Perú es cuna de múltiples culturas como la quechua y aymará, cuya cosmovisión es distinta a la afroperuana, shipiba o aguaruna, también peruanas, y las de éstas disímiles a la costeña o a la netamente occidental. En nuestro país existe una apología a la diversidad cultural e identitaria, que subraya las diferencias de origen y que tiene un prurito racial y cultural muy fuerte. Por ello, no es extraño que escuchemos contraponer culturas, como la cultura indígena vs. la occidental, o considerar a la nación aymará como algo distinto y antagónico a las otras culturas. Siendo así, resulta difícil converger en una identidad nacional que vertebre todas las manifestaciones del ser nacional. Es bueno precisar que no se trata de sumar la diversidad cultural e identitaria existente en el Perú y tener como resultado una nación supuestamente cohesionada.Por otro lado, en el Perú encontramos nuevos procesos de expresión cultural e identitaria que van mas allá de las diferencias existentes; procesos culturales que empiezan a darle nuevos rostros y formas a eso que llamamos peruanidad. Desde el siglo pasado se empezó a vislumbrar señales de ello. Los pobladores andinos no solo han poblado físicamente las grandes y pequeñas ciudades de la costa. Son sus rostros, vivencias y expresiones culturales los que han dado lugar a un mestizaje que, a las claras, pinta de cuerpo entero la realidad que se avizora: un país con perspectivas históricas que sintonizan con las aspiraciones de todos los peruanos y que se expresa en un término que aún tiene cierto lastre despectivo, pero que ahora cobra valoración social y económica: “lo cholo”. Término peyorativo –como lo sigue siendo la expresión “serrano” o “indio”– que pone al desnudo un racismo aun insistente en algunos sectores de la sociedad peruana.Al respecto el testimonio de José María Arguedas, describiendo al Perú de los años 20 del pasado siglo, es ilustrativo:“(…) un ‘serrano’ era inmediatamente reconocido y mirado con curiosidad o desdén; eran observados como gente bastante extraña y desconocida, no como ciudadanos o compatriotas. En la mayoría de los pueblos pequeños andinos no se conocía siquiera el significado de la palabra Perú. Los analfabetos se quitaban el sombrero cuando era izada la bandera, como ante un símbolo que debía respetarse por causas misteriosas, pues un faltamiento hacia él podría traer consecuencias devastadoras. ¿Era un país aquél que conocí en la infancia y aún en la adolescencia? Sí, lo era. Y tan cautivante como el actual. NO era una nación” [1].Esta descripción de Arguedas grafica con mucha claridad el desprecio racial incubado en el corazón y en la cabeza de muchos peruanos. No hemos terminado de construir nuestra nación y esto no será posible en tanto exista ese tipo de actitudes excluyentes. Sin embargo, hoy es evidente que el contexto social ha variado en algo. Los pobladores llamados andinos, amazónicos, etc., han encontrado canales alternos de expresión más allá de la música o el arte, y participan cada vez en ámbitos como el empresarial llamado “emergente”.En este contexto, a tono con las visiones antes reseñadas, existen dos posibilidades que permita cohesionar a un país desmembrado. La primera es que sigamos solo apostando por fortalecer identidades regionales en un país que aún no termina por sentirse una nación. Tal postura es una visión errada de la multiculturalidad, ya que solo afirma diferencias pero que no tiende puentes para reconocer puntos en común, dejando de lado la posibilidad de construir un proyecto de país.Otra posibilidad es ir dándole forma a ese proceso que recorre el país de un extremo a otro y que tiene distintas formas de expresión; eso que podemos llamar la nueva peruanidad, que da cuenta de cómo el andino y el amazónico que migraron a la ciudad no se separan social ni culturalmente de aquellos que se quedaron en su lugar, no obstante los elementos de la modernidad que trastocaron su vida, sea la ciudad, la radio, la televisión, el Internet, entre otros, que deben ser utilizados también como parte de esa construcción.¿Es posible entonces hablar de una identidad nacional chola en un país multicultural y diverso como el nuestro? Al respecto, no se trata de soslayar y dejar de lado la riqueza de la diversidad de culturas peruanas, sin embargo, es innegable el sincretismo de la cosmovisión andina con la occidental. Y es que el Perú de hoy se ha forjado a partir de esa fusión andino-occidental. Obviamente, lo que a esta cultura aporta la cosmovisión andina es invalorable, si bien la modernidad tiene factores más dinámicos; hay elementos andinos que son sellos de la cultura peruana y nos hacen diferentes a las otras, por lo que el sistema educativo debería recogerlos y expresarlos, el sistema político atenderlos y el social recrearlos en nuestra integración nacional e inserción en la comunidad mundial.La posibilidad de afirmarnos como nación es una decisión colectiva y también individual. Se trata de reconocer que hay elementos en común, más allá del territorio y nuestra diversidad. Solo podremos afirmar esta nación si asumimos que nuestro proceso de construcción cultural es parte de un proyecto común y que el término “cholo”, que sirvió para discriminar, para diferenciarse con el otro y excluirlo, en la actualidad es expresión de una peruanidad plena de pujanza, esfuerzo, trabajo, arte, cultura, creatividad, etc. Efectivamente, esa mayoría que estuvo al margen del sueño republicano hoy empieza a tener protagonismo y la posibilidad de expresar la identidad peruana: “la chola”, termino que no zanja, sino que abre posibilidades para afirmar la construcción de la nación peruana y de nuestra identidad humana, que nos haga ciudadanos del mundo.

[1] Arguedas, José María. Perú vivo. Ed. Juan Mejía, Lima, 1966, p.12. Citado en: Sanders, Karen. Nación y Tradición. Cinco discursos en torno a la nación peruana, 1885-1935. Fondo de Cultura Económica - Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1997, p. 182


Un Desborde Incontenible

Entrevista a Jose Matos Mar - La República 2005

- Ud. habla de un divorcio entre el Perú Formal y el Perú Real, ¿cómo se da eso?

- El fenómeno urbanístico propició, hacia la década del 50, el crecimiento del eje costeño, y que Lima adquiriera más fuerza. Como tal, esta parte del país marginó el resto de la sociedad peruana por la topografía propia de los Andes. Entonces los serranos fueron considerados una población disminuida, ignorante, sucia; y así surgieron dos Perúes bien diferenciados. En el libro cuento como esa población marginal de comunidades campesinas e indígenas decide ir al paraíso, migrar a la capital en busca de la felicidad.

- ¿ Y cree que la encontraron?

- Por supuesto. Si no, estarían fritos. Pero tampoco encontraron el paraíso o algo parecido. Solo desempleo y discriminación terrible. Y como el Estado no tenía interes en ellos, se vieron obligados a crear, por necesidad, su propio espacio. Su felicidad. Y de pronto se hicieron propietarios de sus viviendas en Lima, aunque lo hicieron de manera contestataria, contra el orden oficial (informal es una palabra fea). Igual, fueron imponiendo sus reglas de juego.

- Y ahora, en el 2005, son triunfadores.

- Sí. Hoy son los predominantes en Lima y han impuesto un nuevo rostro, más relacionado con lo que es el Perú pluricultural y multilingüe. Y ellos tienen un estilo de vida diferente al tradicional, que ha pasado a segundo plano. Entonces los criollos, los niños bien, se han encerrado en ghettos. Como una salchicha, se van extendiendo hacia Asia, Cañete, lejos de estas masas de provincianos que antes dominaban el Jirón de la Unión y la Plaza San Martín, pero que ahora ni siquiera van por ahí...

En general, el cholo, resultado del mestizaje de cualquier otra raza o etnia extranjera con los indígenas, fundamentalmente, nacidos en la sierra peruana, es maltratado aún hoy.
Porque el problema no sólo es de mezcla de sangres sino de trato social. Los cholos o mestizos según sea su nivel cultural o socio-econòmico, son tratados peyorativamente por una generalidad. Esta afirmación está corroborada por sociólogos o antropólogos peruanos muy respetables o estudiosos de otras disciplinas, como la etnóloga María Rostworowski o, simplemente, más humanos, como el padre Felipe MacGregor. El padre MacGregor consideraba que el racismo en nuestro país era más feroz que el "apartheid" de Sudáfrica.
Parece que la "choledad", igual que la "negritud", término ideado por el poeta y ex presidente de Senegal, Sedat Segnor, -a quien tuve el honor de conocer-, son categorías aplicadas a un fenómeno socio-racial, en este caso inserción de los cholos dentro de la sociedad peruana en sectores antes inexpugnables, como lo afirma José Matos Mar. Este es un fenómeno que avanza indetenible a cumplir con su destino histórico. El Perú es cholo y lo será aún más con el tiempo y las aguas.
Por lo menos esa es la orientación social de un proceso que empezó cuando los indígenas o incas vivían bajo los colonialistas. El historiador Juan José Vega, en su libro "Guamán Poma, el Precursor", -el indio más importante de su tiempo en toda América- nos detalla con suma erudición y paciencia ortodoxa, cómo los indígenas de entonces se fueron insertando dentro de la sociedad colonial, contrarrestando la "civilización invasora" hasta constituir, por razones hereditarias, la sociedad actual.
Lo que pasa es que habemos unos cholos que no hacemos honor al apelativo. No alcanzamos todavía el nivel de los cholos, como Julio C. Tello, José María Arguedas, César Vallejo, José Sabogal, Víctor Humareda y Gamaliel Churata, entre otra infinidad de prohombres que nos enorgullecen”.


Manuel Jesús Orbegozo......El mundo, un día - 2007